La educación financiera no puede estar reservada a los grandes empresarios. Cualquier persona que participe en este mundo debe poseer unas nociones básicas en la materia, para poder tomar sus decisiones de manera más sabia. Y un claro ejemplo es la diferencia entre gasto e inversión. Esta no solo puede ser entendida por los directivos al frente de una organización. Los ciudadanos que diseñan sus estrategias de inversión también deben acceder a este conocimiento.
A pesar de que en un principio puedan parecer similares, estos dos términos encierran un significado muy diferente. Ambos entrañan, desde luego, un desembolso de dinero. Y el objetivo es idéntico: adquirir un bien o contratar un servicio.
Pero la inversión, también conocida como bien inmovilizado, no solo busca disfrutar del bien o servicio. A diferencia del gasto, pretende convertirse en una palanca para el negocio, provocando un rendimiento futuro.
Conocer en qué categoría se enmarca cada compra realizada por la compañía es fundamental. Y no solo para realizar una administración más eficiente del negocio. También a efectos fiscales. Gasto e inversión no se deducen de la misma manera, y cometer un error durante su declaración puede acarrear sanciones por parte de la Agencia Tributaria.
Entonces, ¿cuál es realmente la diferencia entre gasto e inversión?
Las cuatro grandes diferencias entre gasto e inversión
La primera diferencia entre gasto e inversión radica en el período de utilidad del bien adquirido. Si es duradero para la empresa y fomenta la generación de ingresos regulares durante un período de tiempo superior a un año, será considerado una inversión. El gasto, por el contrario, solo permite obtener ganancias durante el ejercicio económico en el que se realizó la compra, pues su vida útil es inferior a un año.
La adquisición de teléfonos móviles por parte de una organización ilustra perfectamente esta situación. Si los compra, pasan a formar parte de su patrimonio. Su vida útil es superior a un año, y los empleados los utilizarán para trabajar y conseguir ingresos. Por tanto, son una inversión. Si, por el contrario, los alquila durante unos meses, deberá pagarlos de nuevo si desea continuar usándolos una vez haya finalizado el contrato.
La segunda diferencia entre gasto e inversión está relacionada con los documentos en los que se debe reflejar la adquisición del bien. La inversión es considerada un activo, pues es propiedad de la compañía, y forma parte de sus bienes y derechos. Por esta razón, tiene que aparecer en el balance de situación, el documento que agrupa todo el patrimonio de una determinada empresa.
El gasto no es un activo, ya que forma parte de las obligaciones que debe asumir. Al igual que el resto de pasivos, tiene que señalarse en la cuenta de resultados, un documento donde se restan los gastos a los ingresos, con el fin de hallar el beneficio.
La tercera diferencia entre gasto e inversión consiste en la existencia o no de disminución patrimonial. Los gastos afectan directamente al patrimonio, que se ve mermado. En el caso de la inversión, no hay una reducción como tal, sino una variación en la composición del activo.
Si una constructora adquiere maquinaria con efectivo, a pesar de que su liquidez disminuye, su patrimonio permanece intacto, ya que el valor de los activos es el mismo. Si la alquila, cuando llegue la fecha de vencimiento del contrato, no dispondrá ni del dinero ni de las máquinas, por lo que su patrimonio es inferior.
Para comprender la cuarta y última diferencia entre gasto e inversión es necesario atender a la actividad y al sector al que pertenece la empresa. En función de a lo que se dedique, una misma adquisición puede ser considerada gasto o inversión. Los teléfonos móviles del primer ejemplo son una inversión en una oficina, pero un gasto en una tienda de electrónica que los vende a los consumidores.
La diferencia entre gasto e inversión a nivel fiscal
En el ámbito fiscal también existe una gran diferencia entre gasto e inversión. Una diferencia que es indispensable conocer a la perfección para evitar incurrir en infracciones tributarias. Y es que la contabilidad de los gastos e inversiones no es la misma.
Los gastos pueden ser deducibles en el ejercicio económico en el que se adquieren. Asimismo, las inversiones inferiores a 300 euros también pueden imputarse como gasto. Pero si la cantidad es superior a 300 euros, Hacienda no permite deducirlas íntegramente en un solo período. Estas se imputan como gastos a lo largo de su vida útil mediante las amortizaciones, que tienen en cuenta aspectos como la depreciación por el uso o la obsolescencia del bien.
Para guiar a las compañías en estos cálculos, la AEAT ha publicado una tabla que las orienta en la amortización de sus inversiones. En ella, no todos los bienes computan igual, sino que cada uno tiene unas cifras asociadas en función de su vida útil.
Sin embargo, no todo son diferencias entre gasto e inversión. El IVA de la operación se deduce en el trimestre de adquisición en ambos casos, independientemente de que se trate de un gasto o de una inversión.
Las amortizaciones, en profundidad
Esta tabla elaborada por la Agencia Tributaria brinda dos posibilidades a las organizaciones. Si desean alargar el proceso todo lo posible, pueden amortizar sus inversiones en el período máximo de años. Pero hay otra fórmula, más recomendada para aquellas que quieren amortizar sus inversiones rápidamente. Estas firmas optarán por el coeficiente lineal máximo, es decir, el porcentaje más elevado que se puede deducir anualmente. El plan de amortización es calculado al inicio del proceso, y generalmente no se puede modificar.
Supongamos, por ejemplo, que una empresa de construcción compra una máquina excavadora, cuyo período de vida útil es superior a un año. Aunque su dinero disminuya, la máquina pasa a formar parte de su activo. No se producen pérdidas, tan solo tiene lugar una variación del patrimonio. Además, la excavadora va a resultar clave para la generación de ingresos en el futuro. Por tanto, es una inversión, y tiene que aparecer reflejada en el balance de situación.
¿Cómo debería proceder la constructora para amortizarla correctamente? Para comenzar, deducirá el IVA en el mismo trimestre en el que la adquiere. A continuación, comprobará la información oficial de la AEAT para ver sus posibilidades de amortización.
Según la tabla, la maquinaria puede amortizarse durante un período máximo de 18 años, o con un coeficiente lineal máximo del 12 %. De este modo, la constructora podría deducirla como gasto durante casi dos décadas o, si opta por la segunda opción, rebajaría la cantidad de años a poco más de 8. La decisión está en sus manos.
Sea cual sea el método empleado, llegará un momento en que finalice la vida útil de la excavadora, y la compañía deberá comprar otra para continuar con su actividad y no generar perjuicio en sus ganancias. Si desea evitar enfrentarse súbitamente a ese desembolso, puede ahorrar cada año la cantidad que le toca deducir. Así, cuando le toque adquirirla de nuevo, no se verá obligada a pedir un préstamo o a recurrir a otras fuentes para disponer del dinero necesario.
Este es un conocimiento transversal y aplicable a todos los sectores de la economía. No importa que se trate de un emprendedor que está lanzando su negocio, un ahorrador que busca financiar facturas para multiplicar su capital, un directivo a la cabeza de una multinacional o un proyecto sostenible que recurre a plataformas de financiación alternativa. Todos ellos deben conocer la diferencia entre gasto e inversión.
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