El ayer, el hoy y el mañana de la inversión socialmente responsable

19/10/2022
El ayer, el hoy y el mañana de la inversión socialmente responsable

La semilla de la inversión socialmente responsable se plantó en el siglo pasado, con los esfuerzos de empresas y grupos pioneros que vieron en la financiación un mecanismo para transformar la sociedad y proteger el medioambiente. Estos primeros pasos marcaron el camino de lo que hoy en día se conoce como inversión ética. Pero este fenómeno no es estático: fue experimentando cambios y adaptándose a los nuevos contextos sociales. En tan solo unas décadas, la inversión socialmente responsable ha revolucionado por completo el escenario financiero. Hace cien años ni siquiera existía un nombre para denominar a los tímidos intentos de mejorar el mundo mediante la financiación. En la actualidad, uno de cada tres dólares de los activos gestionados por profesionales en Estados Unidos se enmarcaba bajo los criterios de inversión ética. Así lo recoge un informe publicado en el 2020 por US SIF: El Foro para la Inversión Sostenible y Responsable. Esta cifra supone un incremento del 42 % con respecto al anterior estudio, realizado tan solo dos años antes. De hecho, desde el 2012, el crecimiento de esta alternativa se disparó de forma notable. La mera existencia de asociaciones de esta naturaleza denota el creciente interés de la comunidad financiera por impulsar conversaciones alrededor de estas cuestiones. Pero, ¿cómo se ha logrado esto? ¿Cómo nació la inversión socialmente responsable? ¿Y qué le depara el futuro?

El origen de la inversión socialmente responsable

Para comprender cómo ha adquirido semejante protagonismo, es necesario entender qué es la inversión socialmente responsable (también conocida como ISR), y por qué ha cautivado a tantos individuos. Esta modalidad de financiación se caracteriza por la inclusión de criterios sociales, ambientales y de buen gobierno en las estrategias de inversión. De este modo, los individuos o instituciones no se limitan a valorar el apartado económico, una práctica muy habitual en el pasado. La inversión ética va más allá, y aboga por contemplar las repercusiones de la actividad de la organización en el entorno, en vez de tener en cuenta solo su rentabilidad económica. La toma de conciencia por parte de los ciudadanos acerca de la importancia de cuidar el planeta o incentivar a las comunidades ha disparado la popularidad de este método de inversión, pues la financiación aparece como un trampolín para impulsar dichas causas. Pero la sociedad no siempre ha acogido con los brazos abiertos a la inversión socialmente responsable. A lo largo de la historia han existido personas que, a través de su capital, apoyaban determinadas causas. Pero el primer esfuerzo organizado, considerado el germen de la inversión ética, se remonta a mediados del siglo XVIII, y provino de los cuáqueros. Esta comunidad religiosa prohibió a sus miembros hacer negocios en el mercado de la esclavitud, dado que atentaba contra sus valores fundamentales. Dos siglos más tarde dieron otro paso muy significativo, poniendo el foco en las compañías relacionadas con el tabaco, el alcohol o el juego, ya que las consideraban perjudiciales para el ser humano. Aunque supuso un progreso sustancial, estas iniciativas eran ocasionales y esporádicas. No fue hasta los años 70 cuando la inversión socialmente responsable captó la atención mediática. Precisamente, las chispas que desencadenaron su explosión fueron las protestas contra el apartheid en Sudáfrica y el asesinato de Martin Luther King. Muchas voces se alzaron contra las empresas que se lucraban de la situación en la que se hallaba el país africano, y presionaron a los fondos de pensiones de Estados Unidos para que retirasen esos valores de sus carteras. Estos cedieron, como muestra de apoyo a la causa. Aunque esta estrategia de desinversión fue muy criticada y generó una gran oposición, representó el aterrizaje de la inversión socialmente responsable en el panorama empresarial.

La inversión socialmente responsable en la actualidad

Poco a poco, la inversión ética fue floreciendo. Aparecieron los primeros índices centrados en la sostenibilidad y la igualdad, como Dow Jones Sustainability World Index, MSCI KLD 400 Social Index o FTSE4Goood Global Index. Asimismo, también se crearon fondos y entidades bancarias que invierten en base a criterios éticos, como Pax World Funds, Allianz Global Sustainability y Triodos Bank. La constitución de instituciones como Iniciativa de Reporte Global, CSR Europe, Business for Social Responsibility o Spainsif es una clara evidencia de cómo este fenómeno ha ido extendiendo sus raíces. Incluso las Naciones Unidas han publicado su propia guía de Principios para la Inversión Responsable. Esto aporta una medida muy certera de hasta qué punto ha escalado esta cuestión, que ya es un asunto prioritario para las esferas más altas. Las entidades bancarias convencionales ya se han sumado a esta tendencia, al comprobar la cantidad de ahorradores interesados en invertir su capital en negocios de esta naturaleza. Si bien en el pasado algunas de ellas rechazaban a los proyectos éticos, ahora desarrollan productos financieros que introducen la sostenibilidad o la igualdad, y las sitúan en el centro de la ecuación. Las compañías también iniciaron su incursión en este mundo. Cada vez es más común que en los informes anuales de las firmas se dediquen capítulos orientados a explicar sus actividades a nivel social, ambiental o de buen gobierno. Algunas incluso están publicando manuales específicos, pues reconocen el poder de los criterios ASG para mejorar su reputación y seducir a un sector muy considerable de potenciales clientes. Sin embargo, esto puede llegar a ser peligroso. La inversión ética no puede verse reducida a una estrategia de publicidad, sino que las organizaciones deben adquirir un verdadero compromiso con estos aspectos.

De un enfoque negativo a uno positivo

A pesar de no contar con una trayectoria muy extensa, la inversión socialmente responsable ha ido evolucionando durante sus años de vida. En sus inicios, ponía en el punto de mira a los negocios con actividades negativas, y los castigaba mediante el retiro de fondos. Mediante esta estrategia, se pretendía desincentivar a las empresas de incurrir en comportamientos nocivos, como la experimentación animal, el comercio de armas, el fomento de los juegos de azar o la venta de alcohol y tabaco. Antes primaba lo negativo. Pero a día de hoy se le concede más importancia a lo positivo. Se pasó de la exclusión a la inclusión. Esto fue de gran ayuda a la hora de mejorar la imagen pública de la inversión socialmente responsable. Ahora, se premia a las compañías que generan un impacto positivo en el medioambiente o en la sociedad, que cuidan a sus empleados o que desarrollan productos y servicios beneficiosos para el ser humano. Además, no está reservada para las grandes entidades financieras, pues incluso los ahorradores más modestos pueden incorporar la inversión ética a nivel individual. Muchos de ellos ya diversifican sus activos y diseñan su propia cartera de inversión de acuerdo a las directrices ASG. Para hallar a las firmas más comprometidas y mejor valoradas pueden guiarse por los tratados internacionales, recurrir al sistema best in class o apostar por la inversión temática o de impacto, algunos ejemplos de inversión ética. La perspectiva de futuro es optimista, pues augura un mayor crecimiento de este tipo de métodos de financiación alternativa. La sociedad manifiesta un mayor interés por la inversión socialmente responsable, y las organizaciones muestran una transparencia y un compromiso más sólido con respecto a estas cuestiones. De la misma manera que el trabajo realizado hace décadas ha hecho posible la situación presente, el planeta y los ciudadanos del futuro cosecharán los frutos de los esfuerzos actuales.

David Martínez Rego
Asesor Tecnológico en Inversa Invoice Market

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