Económico, social y medioambiental: el triple valor de las empresas sostenibles

¿Qué papel deben jugar las organizaciones en el progreso del mundo? Si bien no existe una respuesta unánime, su capacidad de influencia es innegable. Mediante sus acciones pueden impulsar o perjudicar a la sociedad y preservar o dañar el medioambiente. Por este motivo, en un escenario cada vez más concienciado con estas cuestiones, las empresas sostenibles cobran una importancia mayúscula. Esta no es una categoría cerrada: cualquier compañía de cualquier sector puede apostar por la sostenibilidad. No existen las discriminaciones. Este concepto abarca tanto a las pymes como a las grandes multinacionales. Tanto a firmas pertenecientes a la industria de la automoción como a negocios locales de hostelería. Lo que empezó hace unas décadas como tímidos esfuerzos a nivel individual se ha convertido en una tendencia predominante en el panorama empresarial. Hace medio siglo, la cantidad de empresas sostenibles y de ahorradores que apostaban por la inversión ética era residual. En la actualidad, su protagonismo es incuestionable. Hasta la propia CNMV ha abrazado los criterios ASG, convirtiéndolos en una de sus líneas estratégicas. Todo esto se traduce en la creación de un modelo económico más justo y equilibrado, que beneficia por igual a las compañías, a los inversores, a la sociedad y al planeta. Mientras que antes se perseguía la rentabilidad a toda costa, ahora esta clase de comportamientos son repudiados, y las personas desconfían de ese tipo de organizaciones. Pero, realmente, ¿qué son las empresas sostenibles y por qué serán determinantes en el futuro?
Qué son las empresas sostenibles
Las empresas sostenibles son todas aquellas firmas preocupadas por contribuir positivamente a la sociedad y al medioambiente, sensibilizadas por las consecuencias de sus acciones. No basta, por tanto, con no contaminar o no cometer actos que resulten perjudiciales o nocivos. Es necesario que adquieran una actitud proactiva y se involucren de forma directa para luchar por las causas en las que creen. Tienen un propósito definido que sirve de brújula y aporta sentido a las decisiones que toman. Esta mentalidad debe implantarse a nivel interno, para que esté presente en todos los procesos y defina el espíritu y la cultura de la compañía. Para ello tiene que ser asumida y compartida por los trabajadores. No obstante, esto no se logra sin un compromiso firme por parte de la alta dirección, que debe tomar la iniciativa y servir como ejemplo al resto de la plantilla. En ocasiones, esta tarea puede convertirse en un verdadero desafío, ya que puede hallarse cierta resistencia por parte de determinados actores. Por esta razón, es crucial diseñar una estrategia orientada a la creación de valor a largo plazo. De esta manera, la organización aportará su grano de arena en el impulso del progreso y la creación de un mundo más agradable y acogedor para las generaciones venideras.
Ventajas de las empresas sostenibles
Valores como la integridad o la sostenibilidad entrañan una multitud de beneficios para los negocios. Para comenzar, disfrutarán de la tranquilidad y la satisfacción de estar actuando de modo correcto. A nivel reputacional, las repercusiones son formidables. Adoptar comportamientos éticos supone un impulso colosal para la imagen de marca de cualquier firma, dado que la percepción de la sociedad será mucho más favorable. Esto, a su vez, genera un sentimiento de pertenencia muy arraigado en los empleados. Los trabajadores estarán orgullosos de ser miembros de las empresas sostenibles, lo que favorece la retención del talento. Además, la sostenibilidad es un activo muy apreciado por los accionistas e inversores. Estos tendrán más probabilidades de considerar una posible involucración a nivel financiero, pues otorgan mucho valor a este tipo de asuntos. De hecho, el número de ahorradores interesados en la inversión ética no deja de crecer. Aparecer como una compañía comprometida con el entorno también atrae a un segmento de clientes de gran envergadura, lo que conlleva un aumento de los ingresos y una fidelización de los consumidores. La responsabilidad social corporativa se refleja en la cuenta de resultados, ya que puede mejorar sus beneficios. Sin embargo, esto acarrea un peligro. Hay organizaciones que han comprobado el potencial de estos discursos para aumentar sus ventas, y caen en actitudes como el greenwashing. En lugar de adquirir un compromiso genuino, se limitan a incluir la sostenibilidad en su discurso, utilizándola como una mera herramienta de publicidad.

Ejemplos de empresas sostenibles
¿En qué se concreta todo esto? ¿Qué es exactamente lo que hacen las empresas sostenibles para ser consideradas como tal? Existen multitud de acciones que encaminan en la dirección correcta a aquellos negocios que desean mejorar en este ámbito. Para comenzar, deben perseguir la eficiencia energética, el uso de energía renovables, el ahorro de recursos, el reciclaje de residuos o el aprovechamiento de bienes escasos como el agua. En general, todos los comportamientos que contribuyan a la disminución de su huella de carbono son bienvenidos. La propia firma también puede convertirse en prescriptora de buenas prácticas, sensibilizando a los empleados y proveedores en estos aspectos. Por otro lado, la obtención de certificados es una prueba objetiva de su buen hacer y de su desempeño. El abanico es extremadamente amplio: las compañías pueden negarse a la experimentación con animales, evitar la contaminación del entorno o apoyar causas sociales que impulsen a sus comunidades. Aquellas que manufacturan productos pueden apostar por el ecodiseño, una técnica consistente en tener en cuenta la repercusión ambiental de dichos productos durante todo su ciclo de vida. Por último, es aconsejable echar un vistazo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta guía, elaborada por la ONU, resulta muy útil para las empresas sostenibles. En función de su sector y su actividad, estas pueden comprobar qué objetivos encajan con ellas, para tomar medidas basándose en estas líneas estratégicas.
La responsabilidad social corporativa
La responsabilidad social corporativa, comúnmente conocida como RSC, es un fenómeno muy popular en la actualidad. Esta estrategia de dirección pone en el centro de la ecuación los impactos generados por su actividad en sus stakeholders. La RSC va mucho más allá del mero cumplimiento de la ley: es un compromiso que asume la organización de manera voluntaria. Podría definirse como un sistema de gestión empresarial que persigue el equilibrio entre los elementos económicos, sociales y medioambientales. Implica, en consecuencia, una conducta ética por parte del negocio. Pero este fenómeno no es tan reciente como parece. Howard Bowen plantó la semilla hace alrededor de 70 años, en su obra Social Responsibility of a Businessman, publicada en 1953. En ella divaga acerca de las obligaciones de los empresarios a la hora de impulsar políticas y tomar decisiones que se alineen con los objetivos y los valores de la sociedad. Poco a poco, más académicos y estudiosos se fueron uniendo a la conversación, teorizando sobre este término. No tardaron en surgir las primeras asociaciones y estándares dirigidos a medir estos parámetros, como Global Reporting Initiative. Hasta que, en el 2014, la legislación entró en escena. La Unión Europea exigía por primera vez la inclusión de los factores medioambientales, sociales y de buen gobierno en los reportes de las firmas, un avance muy relevante.
El certificado de B Corp
Por culpa de las compañías que hacen greenwashing, identificar a las empresas sostenibles que adquieren un compromiso sólido puede convertirse en un auténtico reto. Para hacer más sencilla su identificación nace B Corporations. Estos certificados, que vieron la luz en Estados Unidos en el año 2006, se han elevado como un estándar a nivel global. Ostentar una certificación B Corp aporta un grado de credibilidad y confianza muy elevado, pues es una garantía de sostenibilidad y compromiso que no se le concede a cualquiera. El proceso para conseguir la acreditación es muy riguroso, y solo está al alcance de las organizaciones con puntuaciones muy altas. Además, cada tres años se realiza una reevaluación, con el fin de asegurar que continúan cumpliendo los requisitos exigidos. B Corp mide su desempeño en cinco campos: comunidad, trabajadores, medioambiente, gobernanza y clientes. Para ello, analiza de forma concienzuda los aspectos jurídicos, la transparencia, la estructura de gobierno y el sistema de rendición de cuentas. Pero tanta meticulosidad vale la pena. Los ciudadanos tienen la tranquilidad de que pueden confiar en las firmas que cuentan con su sello. Los beneficios de estas compañías, que ya suman más de 4.400 a nivel global, suelen ser positivos. Al fin y al cabo, son las líderes del nuevo escenario empresarial, caracterizado por un mayor nivel de inclusividad y sostenibilidad.
La inversión ética en empresas sostenibles
Cada vez son más las personas que se hallan convencidas del poder de su capital para mejorar el mundo. Por esta razón, otorgan un gran valor a los ámbitos sociales y medioambientales a la hora de tomar sus decisiones de inversión. Y buscan a empresas sostenibles que compartan sus creencias para apoyarlas económicamente. Inversa nace para facilitar esta búsqueda. Esta plataforma de financiación alternativa es una solución idónea para todos aquellos ahorradores que desean realizar una inversión ética. En su catálogo pueden encontrar de modo sencillo diferentes iniciativas sostenibles que necesitan liquidez, financiando sus facturasy promoviendo así la economía real. A pesar de que estas organizaciones persiguen el beneficio social y medioambiental, no descuidan el beneficio económico. A fin de cuentas, la rentabilidad y la generación de beneficios para los inversores les permite sobrevivir y continuar defendiendo las causas que abanderan. Este triple valor que caracteriza a las empresas sostenibles cautiva a más y más compañías, y se está convirtiendo poco a poco en un estándar. Sin duda, el futuro se halla en esta tríada.