Qué es la independencia financiera y cómo se puede conseguir
Con una estrategia de inversión adecuada es posible diversificar las fuentes de ingresos y alcanzar la independencia financiera
¿Cómo ganar dinero desde casa sin trabajar? ¿Es posible jubilarse a los 40 años? ¿Cómo vivir de rentas? Decenas de miles de personas se han planteado este tipo de cuestiones en algún momento. Y, en todos los casos, detrás de estas incógnitas se esconde una misma aspiración: conseguir la independencia financiera.
¿En qué consiste este concepto? La independencia financiera se logra cuando se disfruta de la capacidad económica suficiente como para llevar una vida plena y cómoda sin depender de un salario. ¿Cómo? Disponiendo de diferentes fuentes de ingresos que generen beneficios de forma regular y permitan afrontar todos los gastos e imprevistos.
Este término se popularizó a raíz de la publicación de libros de finanzas como Padre rico, padre pobre, que vio la luz en el año 1997. Aunque pueda parecer que esta es una filosofía que ha surgido recientemente, el estadounidense Robert Kiyosaki ya hablaba de ella a finales del siglo pasado.
En el imaginario público, la independencia financiera suele estar asociada a dejar de trabajar para vivir de rentas: una suerte de jubilación anticipada. Sin embargo, esta no es una conditio sine qua non. El verdadero requisito consiste en cubrir las necesidades económicas sin depender del empleo.
De hecho, hay personas que alcanzan la independencia financiera y, aun así, deciden mantener su puesto de trabajo, ya sea por motivos vocacionales o porque no desean renunciar a su salario. Y es que, a fin de cuentas, el propio sueldo también supone una fuente considerable de ingresos.
¿Puede conseguir todo el mundo la independencia financiera?
No existe una única fórmula para lograr la independencia financiera. Ni mucho menos. Los ahorradores que la consiguen han emprendido caminos muy distintos: no hay una ruta trazada que asegure el éxito. Al fin y al cabo, entran en juego un sinfín de factores, desde las circunstancias personales hasta, incluso, la suerte.
Con todo, sí que es posible identificar una serie de métodos y mecanismos que han resultado eficaces para completar esta misión.
El denominador común en la mayoría de los casos pasa por la procedencia de los ingresos: estos se obtienen de fuentes pasivas. ¿Qué significa esto? Que el ahorrador no tiene que producir de manera física ni realizar una actividad de forma constante para poder disfrutar de ellos. En pocas palabras, los ingresos pasivos generan beneficios sin intervención del beneficiario.
El arrendamiento de inmuebles, los dividendos de las acciones de compañías que cotizan en Bolsa, las participaciones en los fondos de inversión, los royalties derivados de los derechos de autor y la propiedad intelectual… Estos son solo algunos de los instrumentos más populares entre las personas que deciden invertir para alcanzar la independencia financiera.
Y, entre ellos, también se encuentran los mecanismos de financiación alternativa, como el crowdlending o el factoring.
Ahora bien, el simple hecho de inyectar el capital en estos productos no es suficiente para lograr la independencia financiera. Basta con echar un vistazo a cuántas de las personas que invierten en ellos la han conseguidor. Tan solo un pequeño porcentaje. Y es que a la independencia financiera no se llega por azar. Detrás hay una estrategia de inversión cuidadosamente diseñada y actualizada con regularidad.
Antes mencionábamos que estos inversores no tenían que trabajar. Pero esto no significa que el camino a la independencia financiera sea sencillo. Exige un esfuerzo muy grande por su parte, dado que deben comprobar continuamente en qué productos es conveniente invertir, bajo qué condiciones y cuándo es el momento idóneo para retirar el capital y reinvertir las ganancias.
Al mismo tiempo, tienen que vigilar la evolución de su patrimonio, prestando especial atención a los altibajos de los mercados. Esto implica, naturalmente, que cualquier persona que desee lograr la independencia financiera debe esforzarse por incrementar sus conocimientos sobre el ámbito financiero día tras día.
¿Y qué hay de la edad? ¿Es posible ser independiente a nivel económico con menos de treinta años? ¿O es una meta que se consigue después de mucho tiempo?
En términos generales, la capacidad económica es mayor conforme aumenta la edad. Pero este no es un factor tan determinante. De hecho, este movimiento se ha vuelto muy popular entre la población más joven, que comienza cada vez más temprano a buscar recursos alternativos para multiplicar su patrimonio.
En resumen, cualquier persona, trabaje donde trabaje o tenga la edad que tenga, puede comenzar a diseñar un plan de ahorro e inversión que se convierta en su pasaje hacia la independencia financiera.
El camino hacia la independencia financiera
Prácticamente todo el mundo desea la independencia financiera. Está asociada con una vida más tranquila y apacible. Una vida, como la propia palabra revela, más independiente, ya que desaparece el estrés económico y ya no hay que hacer cálculos para exprimir al máximo cada céntimo del salario.
La independencia financiera, en contra de lo que algunas personas puedan creer, no implica ser millonario. Realmente, se trata de vivir sin sobresaltos, gracias a que los ingresos obtenidos contrarrestan los gastos corrientes: el alquiler o la hipoteca, la luz, el agua, la comida, la gasolina, internet, los seguros, y hasta posibles imprevistos puntuales. Todo ello, sin tener que endeudarse o solicitar préstamos.
Pero, ¿cómo conseguir la independencia financiera?
El primer paso consiste en fijar los objetivos cuantitativos que se desean alcanzar. A continuación, es el momento de desarrollar una estrategia de inversión orientada a cumplir esos objetivos de la forma más rápida y eficaz posible. Un plan definido de manera muy detallada, donde cada operación tiene un propósito: acercarnos un poco más a la meta.
Cada persona diseñará su estrategia teniendo en cuenta sus circunstancias personales. Algunas necesitan los ingresos suficientes para permitirse un gasto mensual de 1000 euros. En otras, esta cantidad supera los 5000 euros. Pero hay dos pilares comunes en todas: el ahorro y la inversión.
El dinero es, sin ninguna duda, la materia prima con la que se construye la independencia financiera. Es el instrumento que nos permite, a su vez, generar más dinero. Si se utiliza del modo correcto, es el mayor aliado. Pero si se derrocha o permanece congelado, puede causar verdaderos quebraderos de cabeza.
En el segundo caso, el responsable de los contratiempos es un enemigo invisible en muchas ocasiones, pero muy visible, por ejemplo, cuando se hace la compra en el supermercado: la inflación. Un fenómeno que provoca que el valor del dinero se devalúe con el paso del tiempo y, por eso, mantenerlo quieto puede ser tan erróneo como gastarlo en cosas inútiles. A largo plazo, esta inmovilidad repercute de forma negativa en la capacidad adquisitiva.
Pero no basta con invertirlo en cualquier producto. En el mes de septiembre, por ejemplo, la inflación se situó en el 3,5 %. Supongamos que hemos invertido en un activo que ofrece una rentabilidad del 3 %. Esta ganancia no bastaría, por tanto, para contrarrestar el incremento de los precios, y nuestra capacidad económica seguiría viéndose afectada.
La importancia de controlar los gastos
Cuanto mayor sea la cantidad que se invierta, mayores serán las ganancias (o las pérdidas, de ahí la importancia de comprobar bien el nivel de riesgo de cada operación y apostar por productos con rentabilidad fija si no se quieren asumir grandes riesgos). Por esta razón, cualquier estrategia para lograr la independencia financiera debe comenzar con un recorte de todos los gastos innecesarios, de manera que se pueda destinar la mayor suma posible a la inversión y a la adquisición de diferentes activos.
Evidentemente, hay con conjunto de gastos de los que no se puede prescindir, como el alquiler o la alimentación. Pero sí que se puede controlar la suma dedicada a actividades como el ocio y la restauración para valorar si puede ser conveniente disminuirla, aunque sea temporalmente.
En esta línea se creó el movimiento FIRE (Financial Independence, Retire Early), que promueve e impulsa los principios de la independencia financiera para ayudar a más y más personas a jubilarse de manera temprana.
Su principal máxima consiste en alejarse del materialismo y recortar todas las compras de carácter consumista. Más de la mitad de los ingresos, e idealmente un porcentaje superior al 70 %, debería destinarse al ahorro o a la inversión.
Este movimiento también recomienda cuantificar todos los gastos en horas trabajadas, con el fin de replantearnos si realmente nos compensa, y popularizó la regla del 25, que asegura que la independencia financiera se alcanza una vez se ha ahorrado el volumen equivalente a 25 años de gastos. Esta es la meta de muchas personas, pero no es un objetivo universal. Algunas aspiran a más, y otras aspiran a menos.
Asimismo, cada vez son más los ahorradores que se plantean estas metas no de cara a adelantar su fecha de jubilación, sino para mejorar su salud financiera y vivir de modo más tranquilo.
El camino hacia la independencia financiera no es, en definitiva, un trayecto corto y sencillo. Es muy difícil de conseguir, pero muy fácil de perder. Requiere un alto nivel de constancia y dedicación, llevando un control estricto sobre las finanzas personales y domésticas. Pero, con una estrategia de inversión personalizada que reduzca los gastos y aumente los ingresos, no es una misión inalcanzable.
El factoring, clave para conseguir la independencia financiera
Como mencionábamos al inicio, hay una gran diversidad de instrumentos que resultan de gran ayuda para alcanzar la independencia financiera. Y el factoring es uno de ellos.
Mediante este mecanismo, los ahorradores financian las facturas pendientes de las empresas, anticipándoles la cantidad que les deben sus clientes y recibiendo un interés a cambio de ese préstamo.
Estas operaciones se pueden realizar en plataformas online como Inversa Invoice Market, donde es posible encontrar una amplia variedad de facturas, financiando a compañías de la economía real a la vez que se cobran rentabilidades muy superiores a las de muchos otros instrumentos del mercado.
Uno de los grandes atractivos de esta plataforma para los inversores es que los beneficios se cobran tan pronto se cierra la operación. Por otra parte, la duración de dichas operaciones no suele ser muy extensa: muchas finalizan en menos de uno, dos o tres meses, de manera que los ahorradores no tienen que esperar largos períodos de tiempo para recuperar su inversión inicial.
Asimismo, Inversa ha desarrollado un asistente basado en la inteligencia artificial: Ramón. Una tecnología puntera que permite a los usuarios automatizar sus inversiones, de modo que no tienen que comprobar constantemente las nuevas facturas que van apareciendo. Los inversores tan solo tienen que seleccionar sus objetivos en diferentes parámetros, como el interés, el plazo, el nivel de riesgo o la cantidad de dinero, y Ramón se encarga de inyectar el capital en las facturas que se ajustan a sus condiciones.
Una herramienta de gran valor que ayuda a las personas a acercarse a la independencia financiera a la vez que financian a empresas de la economía real.